Esta mañana me encontré en el parque con una tortuga. 
Decidida a explorar más allá del lago
sobrepasó los límites de la orilla. Allí
aguardaban otras más precavidas.
Se había lanzado a una aventura sin evaluar los riesgos.
En medio de la acera
corría todos los peligros, 
por suerte, a esas horas
los niños están en clase
y los perros han dado su paseo.
Me paré frente a ella
saqué el móvil y le hice una foto.
Me gusta retratar la rebeldía, ese atreverse
a cambiar el nombre de los linderos. 
Ser libre supone asumir un buen pedazo de ignorancia:
andar y perderse,
reconocer las marcas
y seguir.

Pensé en devolverla al lago,
pero cuando ya prolongaba los brazos, me detuve.
¿Debía mi miedo interponerse en su camino?
y si no lo hacía, ¿no era un irresponsable?
Continué andando con la duda.
Quien inicia el camino de la libertad,
nunca dejará de intentarlo. 
Soy la tortuga en un renglón.

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