Tengo por costumbre prepararme un café.
Hace años también encendía un cigarro 
hace años sufrí un ictus.
Sobre la mesa 
un tronco de olivo espera sin impaciencia.
Sorbo tras sorbo
exploro las posibilidades. 
Me muevo 
lo muevo 
tomo nota de cualquier perturbación: 
nudos, cortes, hendiduras.
Sé que la corteza esconde información valiosa. 
Un golpe seco
altera la quietud de la madera,
sobre el suelo se acumulan 
virutas de piel seca y escamada. 
Desnuda, 
lo insignificante cobra relevancia.
Un nudo es una puerta 
para llegar al alma del olivo,
un trozo de rama mal podada 
empuja a ahondar la curvatura.
¿Cómo hacer que las vetas 
alcancen su máximo esplendor? 
¿que los tonos dorados, marrones, y rojizos 
atrapen la mirada?
Tiene la duda casa 
en mi desordenada caja de herramientas, 
tiene el desasosiego sabor a café 
y reminiscencias de tabaco.


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