Me gusta pronunciar las palabras
escuchar el murmullo que dejan  a su paso,
palabras que el tiempo ha ido elevando
a la categoría de básicas,
las curtidas, las encallecidas,
las que se encuentran en los bolsillos de cualquiera
las que anidan en el paladar de los humildes
las que acompañan a los buenos días
las que reconfortan sin ser pronunciadas
las contundentes, las que paran el tiempo,
las que frenan en seco a los desalmados
las que surgen después de las lágrimas
para consuelo y  esperanza,
las que cuyo brillo despejan mis noches
y engalanan de domingo la tinta de la pluma,
las que no se disparan, porque la buena gente
sabe aguantarlas en la punta de lengua.
Me gustan palabras como amapola
manzanilla, patata, lechuga, manzana todas, todas
 me devuelven a mi padre afanado en la huerta
 brazos robustos, tostados por el sol.
Me gustan palabras materiales como
destornillador, martillo, cemento
madera, serrucho, brocha
y tantas otras que aprendí
de labios de mi hermano Josele.

Me gustan palabras como hijo,
porque en boca de mi madre
sabía a todas las palabras.
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