Viene el otoño
a purgar los excesos del verano,
momento en que las hojas,
improvisadas aves,
se sacuden la quemazón,
y a merced del viento
ondulan, danzantes del aire
sabiendo su destino.
No son ruinas del árbol,
anhelan ser alfombra, velo,
desdibujar las sendas
cobijar pequeñas criaturas,
humildes habitantes
hacedores sin luz.
Ser de nuevo nutriente
y en primavera, vestir
la desnudez del soto
a orillas del Arlanza.