Os abandonan bajo la maleza.
Al fondo del bancal
como si fuerais eso:
un simple desperdicio.
Nadie recuerda la rama robusta
de la que suspendían holgazanas
otras más jóvenes, luciendo 
sus perlas verdes al final del verano.
Un rugido de sierra 
presentó sus dientes implacables
y hundiéndose en la carne
dio con vosotras en el suelo,
la desgracia
os convirtió en mi botín.
Soy el ladrón que deambula
entre guerreros centenarios
de retorcidos cuerpos.
Busco en vuestras heridas
la posibilidad de algún olvido,
y cuando al fin
en un rincón del muro, resignados
ofrecéis vuestro cuerpo a las hormigas,
os nombro mi tesoro
y os traigo a casa.




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